Aprendí a tratar con humor y cariño a los peques. A gastarles bromas, a sorprenderles y a llenar algunos momentos de magia (siempre sacaba algo de las orejas de algún despistado).
Una de las cosas más divertidas fue ver como hacía hacia ranas con billetes de metro o cualquier cartoncito que caía en sus manos.
Terminaba regalándoselo al más pillo o al más callado. A todos les encantaba y no tardaban en poner a saltar la rana de papel en cualquier rincón del patio o de la clase.
A ver si adivináis ...
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