- Encuentro una libertad narrativa que no suelo ver en la literatura de adultos.
- Compruebo que no hay tema, por grande que sea, que no quepa en unas pocas páginas expresado con las palabras justas.
- Recupero una perspectiva ante la vida olvidada bajo capas adultas de formalidad.
- Me acerco a mis hijos, en concreto, y a la infancia, en general, a su mente y a su mundo.
- Compruebo que la sencillez no está reñida con la profundidad.
- Puedo releer tantas veces como desee, sin gran esfuerzo.
- Disfruto de las ilustraciones como de otra historia y como de un cuadro.
- Recupero al niño que llevo dentro.
- Sé que en algún momento sonreiré.
- Alcanzo grados imprevistos de sorpresa y extrañeza.
Ilustración de Javier Sáez Castán
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